guía para ingenieros espirituales

lunes, enero 31, 2005

El Bloque (Capítulo 1)

Desearía vivir en cualquier otro sitio. No me importaría largarme a otra ciudad, a otro estado, o incluso otro país. Odio mi piso, odio el bloque donde vivo, odio mi ciudad. Odio mi existencia. La odio porque no podría ser peor.

Llevo años enchufado en este antro, y para desgracia de muchos, sigo sobreviviendo como puedo, aunque todos estos desearían verme en una caja de madera. En el rellano de la entrada, en las escaleras o por la calle, todo es amabilidad, todo simpatía, pero los tengo calados, sé que me espían, sé que haga lo que haga, ellos lo saben, y juegan conmigo. Más de una vez he visto a Mary Kensher husmeando mi buzón, abriendo mis cartas e incluso tirando a la papelera aquellas que podrían ponerme en un apuro si no las recibiera dentro del plazo estipulado. Más de una vez me han llamado de la administración preguntando por mi pasotismo ante sus avisos. Más de una vez he pasado un apuro por culpa de todos los habitantes de este maldito bloque.

No desearía ni al peor de mis enemigos el vivir en este edificio. Os aseguro que ni en vuestra peor pesadilla os imaginaríais lo que puede llegar a suceder en este bloque. La gente del barrio evita pasar por delante, cambia de acera al llegar a este número de la calle, porque todo el mundo sabe que El Bloque no es un bloque cualquiera. El Bloque da miedo, muchísimo. Pero no creáis que da miedo por que haya fantasmas o apariciones, aquí no hay nada de esto. Aquí ha ocurrido de todo, sigue ocurriendo, y lo más probable es que siga ocurriendo todo aquello inimaginable.

Mi anterior compañero, Jerry, se marchó al cabo de tres días. No soportó la presión ejercida por los vecinos. Yo sigo viviendo porque no tengo a dónde ir, y porque, básicamente, no tengo dinero para largarme a otro sitio. Mis mejores amigos me han olvidado, desde que llegué aquí que no los he visto, me han apartado, me han rechazado. No lo perdonaré nunca. Estuve esperando apoyo de aquellos que antaño consideré mis grandes amistades, y sin embargo, aquí estoy, siete años después, esperando aún alguna visita o alguna llamada de esos supuestos amigos.

Amigos ¡ja! Qué bonita palabra para algunos. Hacía un par de años como mínimo que no pronunciaba esta palabra. De todos modos, no echo de menos ni a Ian, ni a Thomas, ni a Kelly, ni a Jerome, ni a Mike, ni a Jamie, ni a nadie. Ellos me rechazaron hace siete años, y ahora los rechazo yo a ellos. Deberían desaparecer de la faz de la tierra. No se merecen la vida, pues ellos abandonaron espiritualmente esta vida ya hace mucho. No tienen alma, sólo son un ente que se mueve por intereses. Son autómatas.

Siete años después, aún no consigo comprender la razón de todo esto. De hecho, casi no recuerdo como llegué a este infierno. Pero haré memoria, tal vez así descubra la verdad que se esconde tras este edificio.

¿Porqué no estoy loco aún?

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